Un año ha pasado desde que te fuiste, mucha agua ha pasado bajo el puente: se han marchitado muchas ilusiones y otras nuevas han florecido, los nietos que dejaste han crecido cada día más y tus hijos y la mujer que siempre te acompañó, mi madre, hemos envejecido aún más; pero todavía hay algunas cosas que no han cambiado: todavía la pizarra tiene impresa el último escrito que nos dejaste, todavía en la pared de la cocina se encuentran las marcas y los números que hacías cuando veías crecer a tus nietos y los tallabas, todavía te amamos tanto como cuando estabas con nosotros.
Tal vez tus ojos ya no vean como crecen los frutos de los árboles que sembraste, ni tampoco veas como a veces hacemos daño a otras personas, aún a los que amamos y nos aman, porque pecadores somos y vivimos en pecado; pero sabes padre que sabremos nosotros afrontar estas vicisitudes con la entereza con la que nos formaste, aún cuando el temor a lo desconocido o el miedo a todo invada nuestro espíritu y hasta nos haga sentir que no podemos avanzar más.
Tu preocupación por nuestro futuro y por hacer las cosas para que nada falte, las seguimos llevando adelante; los proyectos que iniciamos juntos siguen avanzando y aunque no estás físicamente sabemos en nuestros corazones que nos acompañas y nos juzgas cuando hacemos mal las cosas, pero también que nos proteges, como en aquellas ya dos oportunidades en la que me salvaste cuando cumpliendo mi deber por la sociedad casi cruzo el río Estigia, acompañado de Caronte.
Después que te fuiste, te he buscado en las blancas nubes celestiales, en las oscuras noches solitarias que he tenido y te he encontrado en los miles de abuelitos con quienes trabajo; en cada uno de ellos veo algo de tí: como ellos se sacrificaron por sus hijos, tal como tú lo hiciste, pero también he visto con desdicha que muchos hijos los han abandonado... Mientras estoy seguro que tú supiste hasta el último momento de tu vida que nosotros jamás te dejaríamos... tal vez por eso pospusiste ese regreso a nuestra querida tierra lamista y san martinense, para seguir dándonos más de tí... ¡Oh! padre mío si lo hubieras hecho tal vez hoy todavía estarías con nosotros.
Aún, un año después, sigo pidiendo sabiduría para entender que el mundo es tal como es y no tal como yo quisiera que sea, nacimos, vivimos y morimos... pero al ver el sufrimiento de mi madre, mis hermanos y mis hijos; al ver como te recuerdan los amigos y tus hermanos y tus sobrinos; al recorrer las calles que tu caminaste; al ver como hay personas que tienen más de 80 años; y, al maravillarme con cada nuevo soplo de vida; no puedo evitar que las lágrimas rueden por mis mejillas gritando por qué una y mil veces, por qué te fuiste antes de tiempo.
Sabemos padre mío que no fuiste perfecto, finalmente, quien lo es en esta vida de libre albedrío, pero si nos diste mucho amor y luchaste a brazo partido para que no nos falte nada... Si tan solo un poco de eso podemos nosotros hacer por nuestros hijos entonces y solo tal vez entonces, en algo bueno te habremos igualado y seguro que tú, desde donde estés, nos miraras con bastante beneplácito.
Creí con sinceridad que éramos inmortales, que las desgracias de muerte solo le sucedían a otros, porque nadie nos prepara para este momento, hasta que te fuiste... Allí me di cuenta de lo frágil que somos, de lo pequeño de somos en este universo y en este tiempo, y por eso ahora busco con ansias acelerar las cosas y ahora estoy listo para lo que venga porque sé que tú estas tranquilo esperándome hasta que me llegue el momento de partir.